El punto de partida es incontestable: los «detectores de texto escrito por inteligencia artificial» no son una base válida para castigar a ningún estudiante. La evidencia lo deja claro: la propia OpenAI retiró su «AI Text Classifier« por su bajo índice de acierto, una admisión explícita de que el enfoque no funcionaba como prometía. La razón de fondo es clara: abundantes falsos positivos y gran facilidad para «engañar» a los detectores.
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