“El miedo es el camino hacia el lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento. Percibo mucho miedo en ti.”, la cita es de Yoda, y aunque tenga el tono de una galleta china o de un Paulo Cohelo inspirado, en su interior esconde una gran verdad: los prejuicios no son más que el papel de regalo que envuelve al miedo. Y, precisamente, nuestra historia empieza desenvolviendo ese regalo, un 18 de mayo de 2020…
Ese día llegó la amenaza más temible para cualquier mamá jedi, un arma tan poderosa que era capaz de reducir a escombros nuestro pequeño universo cotidiano. Negra, brillante como el casco de Darth Vader, con su diseño sofisticado y la promesa de mundos tan fascinantes como irreales, llamó a nuestra puerta y, cual caballo de Troya de mediaMarkt, la dejamos entrar. Mi hijo de 10 años fue inmediatamente abducido y nunca volvió a ser el mismo. Sí, hablo de la Estrella de la Muerte de los hogares, una nave tan grande que oscurecía con su sombra nuestro minúsculo planeta y dejaba bajo mínimos nuestra fibra de 200mb: La Play Station 4.
Al principio me negaba a aceptar que MI hijo prefiriera ese “ingenio diabólico” a hacer cup cakes conmigo… ¡Cup cakes! Hasta entonces, hornear era una fiesta en familia, pero después resultó un acto solitario, mi derrota frente a la máquina. Nunca una madalena había sido tan triste.
Pero, ¿quién dijo miedo? Cargada de libros, intenté las técnicas de negociación más innovadoras en educación positiva, predicadas en títulos como “Me gusta la familia que me ha tocado” (todos los nombres se han cambiado por razones evidentes), “El cerebro del niño explicado a los padres” (ríete del neuromarketing) o “Disciplina sin lágrimas” (¿las de quién?), pero mi padawan rubio seguía fascinado por el susurro digital del lado oscuro.
Así que me lancé al rescate en un plan desesperado: Me creé una cuenta en Fornite en un intento de jugar juntos. Salté del autobús de batalla, empoderada con mi avatar, al grito de ¡Go, Bommer!... y dos minutos después, moría envenenada en los brazos de mi hijo mientras me metía en un coche y me sacaba del fregado a toda velocidad.
Bajé los brazos, lo reconozco. Mi sable de luz llegó a parpadear como el florescente de un baño cutre, un reflejo de mi ánimo. Hasta que un día mi padawan me pidió acompañarle a ver la alfombra roja de los Esland. Iba con cero ganas pero el crío estaba tan emocionado que cogí las fuerzas que me quedaban ese lunes por la tarde y fuimos al Palau de la música. Focos, seguridad y al menos cuatro camiones/camerino/retransmisión y por supuesto cientos de fans haciendo directos con su móvil y chillando cada vez que reconocían a sus ídolos de Twitch. Rápidamente localicé un macetero donde subirnos (llegamos a penas al metro sesenta…) y tener un buen punto de observación. Hice un par de historias en instagram y sobretodo pregunté (mucho) a nuestro veinteañero compi de macetero. Lo que me sorprendió fue que el chaval estaba orgulloso de explicar pacientemente todos los detalles de cada uno de los streamers “mira”-me dijo enseñándome su móvil- “hay más de 500.000 personas interactuando con el evento” ¡Los comentarios desfilaban a una velocidad vertiginosa! Mi hijo se reía compasivamente de mi evidente ignorancia. Al cabo de un rato, si se acercaba gente preguntando curiosa qué era tanto alboroto, yo les decía: “Son los premios Esland, los oscar del streaming” y corregía a los “ah youtubers….” desde mi reciente conversión millennial.
Fue entonces cuando volví a oír la voz que siempre me ha guiado en las encrucijadas “No lo intentes, hazlo”. A ver, soy una mamá con una espada láser ¿o no? Pues había llegado el momento de desenvainarla. ¿Cómo aprender en tiempo récord lo necesario en esports, del streaming, sobre los casters..? Oh, ¿pero qué veo? ¡Un curso de Esports! Y proponen una beca… “Solo” hay que presentar una propuesta estratégica para Mad Lions. Ok, Lydia, tranquilidad. Tal vez no tienes ni idea (aún) de esports pero de marketing sí, un rato largo. Y te encanta. Venga, manos a la obra. Seguro que se presentan proyectos súper potentes, pero ves con todo, como haces siempre. Al menos lo habrás intentado. Y vas con todo, tanto que días después recibes EL EMAIL. Te lo tienes que leer dos veces para entenderlo, para creértelo… ¡eres la ganadora de la beca! Estás entre el júbilo y el “dónde me he metido” pero en todo caso, no hay vuelta atrás. Tienes la espada en la mano y brilla con fuerza, porque el camino al Lado Oscuro-ahora lo sé- no era más que una mamá jedi asustada; ya sin miedo, toca avanzar y disfrutar de un mundo nuevo y cargado de promesas.