La patrimonialización política de agendas comunes las polariza y debilita.
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Pero ninguno de los elementos fundamentales de esa agenda debería quedar fuera del programa de un partido de gobierno en la Europa del siglo XXI. La transición energética, el multilateralismo, la protección de grupos vulnerables, la biodiversidad, la igualdad de género, las ciudades sostenibles... todos ellos constituyen la única inversión razonable para nuestro futuro. Esa es la belleza de la Agenda 2030, que establece un espacio amplio de consenso en el que lo correcto encaja con lo inteligente y permite el compromiso de ideologías que discrepan legítimamente en otros asuntos. De hecho, esto es exactamente lo que está ocurriendo en ayuntamientos y comunidades autónomas, donde el color del gobierno no determina la apuesta institucional por los ODS.
vía @EditaOla
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