En su intimidad, Ignacio Ellacuría contemplaba obsesivamente la realidad. Apuntaba todo lo relevante del acontecer político. Registró apreciaciones y charlas con los protagonistas del tiempo que le tocó vivir. Todo para tener claro, en todo momento, quién era útil o cómo podía serlo para su fin último: terminar la guerra. Un texto recobrado con ocasión del aniversario del martirio de los jesuitas en El Salvador.
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