Una vez que las letras atrapan al lector, es difícil alejarse de ellas para siempre. Nada puede compararse con el sentimiento de estar a pocas hojas de terminar una obra literaria cuando eres niño y ser enviado a la cama, donde la oscuridad reina y las letras desaparecen, para entonces prender una lámpara, conseguir que la luz bañe las hojas para que las letras despierten y nos guíen hasta el final de la historia. La infancia y la literatura son dos cosas que deberían ir de la mano.
Via Silvano Poblano Morales, Larrys Redlich Hvalibota