La llegada de las tecnologías al aula se ha visto en muchos casos como una irrupción, en la medida en que tienden a desestabilizar un statu quo que, por otra parte, lleva perpetuándose desde la revolución industrial.
Las tecnologías modifican la forma en que nos relacionamos y la forma de acceder a la información, lo cual, en ambos casos, se debería traducir en cambios severos no solo en el diseño de las actividades sino también en los roles que ejercen unos y otros, docentes y alumnado, incluso escuela y sociedad, en esos nuevos procesos de aprendizaje.
Esta amenaza para algunos ha sido vista como oportunidad por otros, que han sabido utilizar ese factor disruptor de las tecnologías para plantear nuevos escenarios. En otros casos, las tecnologías simplemente han servido para acelerar procesos que ya se estaban desarrollando de forma natural en el aula sin tecnologías.