Desde que supe de la existencia de Ayaan Hirsi Ali, le he seguido la pista. Es una mujer fascinante.
Creció en una familia de musulmanes en Somalia y a los 5 años fue víctima, como muchas mujeres somalíes, de mutilación genital.
Tras la violencia en su país y siendo hija de un político opositor del gobierno a mediados de los 70, esta hermosa mujer y su familia se trasladaron a Arabia Saudita, luego se fueron a Etiopia y finalmente llegaron a Kenia cuando solo tenía 11 años. Más tarde, al enterarse que su padre estaba arreglando su matrimonio, viajó a Holanda y allí se convirtió en traductora y defensora de mujeres que, como ella, pedían asilo.