La guerra causa estragos de todo tipo. Los peores tienen lugar en los cuerpos de las personas. Dolor, frustración, marcas indelebles. Es en los cuerpos donde se termina expresando esa vaga noción de “enemigo” que es la justificación última del uso de la violencia para eliminar y herir personas. Foto: Manuel Orellana, víctima de una mina, y su hijo, por Gervasio Sánchez