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Un estudio llevado a cabo por los creadores de la herramienta líder en detección de contenido no original, Turnitin, afirma que a lo largo del año pasado, los estudiantes entregaron como originales más de veintidós millones de ejercicios realizados con la ayuda de herramientas generativas como ChatGPT, Gemini y otras, algo que supone, según algunos, una amenaza y un terrible drama.
Hay algo que encuentro necesario y que, por desgracia, no sucede. Estoy hablando del acompañamiento de los docentes la primera vez que entran en un centro educativo y la necesidad, por parte de alguien, de darles unos breves consejos, más allá del funcionamiento específico de cada centr
Llevo impartiendo clases en la universidad cerca de 25 años, dos de ellos en la Universidad Complutense de Madrid y el resto en la Universidad de Granada. Por mis clases han pasado directivos de grandes empresas que tenían más o menos mi edad cuando les di clase y otros que, en sus generaciones respectivas, han ido ganándose un puesto en la sociedad gracias a su formación y a su esfuerzo.
No son métodos lo que faltan, sólo habláis de los métodos. Os pasáis todo el tiempo refugiándoos en los métodos cuando, en el fondo de vosotros mismos, sabéis muy bien que el método no basta. Le falta algo.
La Association of School and College Leaders del Reino Unido ha respondido a una consulta del gobierno del país que sus planes para crear leyes que prohiban el uso de smartphones en los colegios son anticuados e innecesarios, que el tema lleva ya muchos años siendo gestionado de la manera adecuada por las propias escuelas y colegios directamente para así acomodar distintas necesidades de manera flexible, y que no es necesario un enfoque más estricto ni generar legislación relacionada con ese tema.
No es la primera vez que critico ciertas metodologías y soflamas pedagogistas que fomentan la inmediatez, la comodidad, la elusión de los obstáculos y el rechazo del esfuerzo personal, en detrimento del auténtico aprendizaje. Están a la orden del día: “el conocimiento está en Google”, “solamente se aprende aquello que te emociona”,“las notas no son más que números”…Y, mientras dedicamos tiempo a estas frases estúpidas y nos vanagloriamos de cómo atendemos a la “diversidad” de nuestros alumnos, “sin dejar atrás a nadie”, olvidamos a ciertos alumnos que no se tragan todo esto, alumnos que seguramente han respirado en casa un ambiente de respeto por el trabajo bien hecho o de curiosidad por saber, que te preguntarían muchas cosas en clase, pero miran a su alrededor y se preguntan quién los ha metido ahí (porque ellos son los “raros”, no lo duden).
Por Toni García Arias. Por desgracia, hoy en día ya no se enseña. Se intenta, pero no se enseña. La enseñanza está enferma.
Un buen profesional de la docencia solo debe tener dos características: saber mucho de lo suyo y saber explicarlo con los recursos que tenga disponibles en cada momento. Es por ello que, salvo a los que les guste la magia o crean en unicornios multicolores, amén de la existencia del país de la piruleta, lo que deberíamos tener en cuenta son solo esas dos claves. Si uno no sabe de lo suyo, no puede saber explicarlo. Y si uno no sabe explicar y debe acudir a medios de apoyo, sin los cuales no sabe dar clase, es que tampoco es un buen docente.
Es imposible, sacando el tema de conversación, que no haya algún docente en todos los centros educativos (cuando no nos encontramos con el caso de que sea todo el Claustro) que no esté usando Google Classroom. Y eso es algo que, al menos si se analiza objetivamente bajo criterios técnicos o pedagógicos, no tiene ningún sentido. Menos aún habiendo herramientas infinitamente mejores (a nivel técnico, de respeto por los datos del alumnado e, incluso visual). Puedo llegar a entender que el ecosistema de Google sea interesante y facilite el trabajo colaborativo pero, de ahí a usar Classrom que, al final no deja de ser un “truño by Google”, es algo que preocupa.
No, la enseñanza online no es aburrida. De hecho, metodológicamente ofrece más variaciones que la que se imparte en un aula, lugar en el que, desgraciadamente, las cosas tienden a hacerse de manera muy parecida a como las hacían nuestros abuelos o bisabuelos. En una clase online bien producida puedes (y debes) tener más bidireccionalidad, más (y mejores) encuestas y preguntas a los alumnos, más (y mejores) invitados, y muchos más materiales que los que puedes utilizar en una clase, además de alternar métodos asíncronos (foros) que aportan profundidad con métodos síncronos (videoconferencias) que aportan cercanía y otras cosas.
Es probable que tengamos que practicar el “blended learning” (aprendizaje híbrido), con procesos de enseñanza presencial y digital. Lo que hemos aprendido y practicado nos servirá en el futuro. No habrá una vuelta a todo lo anterior como antes se hacía. Como si nada hubiera pasado. Defiendo en el artículo citado la importancia que tiene la presencia para desarrollar procesos educativos socializadores.
Desde hace un par de semanas tenía guardado en la recámara un documento acerca de un manifiesto, que añade algunos matices a uno publicado en 1999, en el que se habla de la necesidad de trabajar en una educación basada en evidencias. Se trata de un manifiesto en el que se aboga por la normalización
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Ya sabéis que a este blog me gusta traeros todo lo que va a llegando a mis manos acerca de investigaciones, evidencias, datos o noticias relacionadas con la educación.
Este curso se completa la implantación de la LOMLOE, pero la ilusión inicial por la reforma se ha ido diluyendo con su aplicación, a la que le ha faltado tiempo, ayuda al profesorado, coordinación, una formación específica... Ángel Pérez Pueyo, muy próximo a la reforma, reflexiona sobre lo que está faltando para que la nueva ley educativa logre el cambio profundo que se proponía.
Hace ya muchos años que sabemos perfectamente que un porcentaje muy elevado de las personas que pasan por el sistema educativo van a pasarse buena parte de su vida trabajando con un ordenador o un dispositivo similar, como un smartphone, y en la mayor parte de los casos, con ambos. Y sin embargo, tenemos evidencias clarísimas de que la cultura de ciberseguridad en el promedio de nuestra sociedad es desastrosa, por no decir inexistente.
Son estudiantes que cursan una de las modalidades de Bachillerato oficialmente establecidas y ofertadas por el instituto (Ciencias, Tecnología o Ciencias Sociales y Humanidades). Participan, además, en un conjunto de actividades de formación (conferencias, debates y reuniones académicas, tutorías, visitas e intercambios con otros centros educativos, prácticas en laboratorios...) conveniadas entre el instituto y otros organismos y entidades dedicadas a la investigación. Alumnas y alumnos que desarrollan, presentan y defienden públicamente una investigación, resultado de una estrecha colaboración de estudiantes, docentes del instituto y experto personal investigador.
En todo caso, leer el documento “24 propuestas de reforma para la mejora de la profesión docente”, presentado por el Ministerio de Educación y Formación Profesional a los sindicatos y las comunidades autónomas, me ha hecho pensar en el Ministerio para el Futuro. Es más, me ha hecho pensar que el Ministerio de Educación y Formación Profesional quiere ser el Ministerio para el Futuro.
Saber estar en el aula es también un aprendizaje para el docente. Ser capaz de tener una narrativa, sin pretender embaucar a los más ingenuos, corrigiendo, explicando, valorando positiva o negativamente los aprendizajes y desde la honestidad con la escuela que representas, es crucial en nuestro ejercicio profesional. Admiro a esos profesores y profesoras que no paran en toda la hora, que no se sientan ni un minuto, que se desgañitan, cuentan y explican, siempre solícitos, en ese pequeño cosmos poblado por alumnos.
El aprendizaje autónomo se desarrolla de manera espontánea en la vida cotidiana y de manera intencional en el contexto formal escolar. El desafío es lograr que sea efectivo en ambos ambientes, es decir, significativo, funcional y de valor para el sujeto.
Me equivoqué, lo asumo y lo entiendo, y en cuanto pase esta pandemia ( no me iré antes por cojones, para demostrar que de cobarde, nada) como pueda, me voy de excedencia. Y otra cosa, en cuanto cumpla mi período mínimo exigido de cotización que me permita jubilarme (seguramente a los 60 porque empecé a cotizar muy jovencito, a los 23) me largo. No voy a dedicar ni un día más de los estrictamente necesarios a esta profesión que tanto he amado y que la sociedad española desprecia de manera tan manifiesta. Me equivoqué, de parte a parte y lo reconozco.
Profesores. Maestros. Docentes: entre la luz y la santidad, la pesadilla y el Averno. Amados, desacreditados, idealizados, seguidos, desairados, valorados, ninguneados, alabados, prohibidos, vindicados. Figuras ineludibles —para bien o para mal— con un espacio importante en toda biografía. Pasan por nuestra vida, pero nunca lo hacen gratuitamente. Su perfil ha sido objeto de una revisión a la baja en los últimos años y su función, siempre en entredicho, ha ido encogiéndose con las diferentes reformas educativas hasta llegar a niveles que lo condenan a la irrelevancia.
Después de una semanita de desconexión, quiero compartir en esta entrada un par de reflexiones sobre herramientas digitales y educación a distancia. La educación a distancia (igual que la educación presencial) no es un tema de herramientas, es un asunto de pedagogía y metodología. Es una cuestión de tener claros los objetivos y el contexto y de saber qué hacer para que todos los alumnos puedan alcanzar esos objetivos.
Todos hemos visto que en época de pandemia, el alumnado que no tenía unos apuntes guiados o un libro de texto (en cualquier formato) ha tenido más tendencia a perderse. Claro que me encantaría que los chavales supieran aprender de forma autónoma e indagaran para realizar su propio aprendizaje, pero soy realista en ese aspecto. Y por mucho que algunos fabulen en esa casuística, no es cierta.
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