Acostumbrado a utilizar Diigo o en su día Delicious, no había tenido necesidad de usar una herramienta especializada en la gestión bibliográfica. Ahora, caído en las redes del doctorado, es evidente que sí o sí tenía que usar una. Como quiera que uno sigue siendo fiel a Firefox (aunque, en realidad, uso también Chrome, pero en menor medida), decidí probar con Zotero. Y resultó que cumple a la perfección, desde mi punto de vista, aquello para lo que se diseñó: organizar las fuentes bibliográficas e integrarse con el procesador de textos para que todo sea más sencillo.