Cuando servidora imagina una lavadora inteligente le gusta pensar en un modelo que le dijera "¿a dónde vas metiendo esta prenda de lana, que se te va a quedar pequeña?" o "¡Ni se te ocurra lavar a 60 grados esa prenda de seda!" o "¡ni hablar, ese calcetín rojo va a estropear tu colada de ropa blanca!". Vamos, lo que sería un electrodoméstico verdaderamente inteligente, al menos en cuestiones de lavado. Me ahorraría muchos disgustos que he ido aprendiendo a lo largo de mi vida adulta.