Todas las historias, todas las miradas desde todos los rincones
“Para ti q no tienes dios no debe haber cosas buenas ni malas…”
Eso, transcrito de un modo literal, me escribía hace pocos días una amiga con quien discutía un tema relacionado con la moralidad.
Un estudio del 2011 realizado por la University of British Columbia y la University of Oregon, publicado en el Journal of Personality and Social Psycology demostró que el público norteamericano desconfiaba tanto de los ateos como de los violadores.
¿La razón?: los ateos no tienen un dios fiscalizador, ergo no tienen lineamientos morales, ergo no diferencian entre el bien y el mal.
Ese prejuicio, tan sustentado en la ignorancia colectiva pero aún así tan extendido, se manifiesta en todas las esferas sociales y en todas las geografías.
Para la muestra el botón de mi amiga.
Y para ella, o para cualquiera que piense como ella lo hace, estos pocos párrafos, no sobre la infundada afirmación del prejuicio (la moral no se deriva de las creencias religiosas sino de la misma naturaleza humana) o sobre la valía moral de los ateos a lo largo de la historia, sino sobre el dios a partir de cuyas enseñanzas construyen su idea de moralidad y sobre las cuales se sitúan para esgrimir el dedo acusador sobre los no creyentes.