Ayer vi por televisión cómo un grupo de legionarios sacaba en Málaga sobre los hombros al Cristo de la Buena Muerte de una iglesia para trasladarlo hasta su paso procesional, a los sones de El novio de la muerte. Huyo sistemáticamente de desfiles y ceremonias religiosas, pero me pudo el morbo de ver cómo es este país en realidad. Había en la plaza miles de personas, además de autoridades militares y civiles, de partidos de derechas y de izquierdas. Todos aplaudían a rabiar y los comentaristas, tanto de canales abiertamente católicos como de TVE, estaban entusiasmados. Me parecía haber retrocedido en el tiempo décadas, pero no es así. España saca de vez en cuando a pasear su trasfondo de reserva espiritual de Occidente con ministras en mantilla o que se encomiendan a la Virgen para solucionar graves problemas, presidentes que abrazan figuras de madera,Gobiernos que juran sus cargos ante la Cruz…