Desde el estricto naturalismo metodológico es de anticipar que las creencias religiosas no saldrán bien libradas. Christopher Hitchens refleja mordazmente esta postura cuando sentencia que las creencias religiosas “provienen de la infancia lloriqueante y temerosa de nuestra especie, y es un intento pueril de satisfacer la ineludible demanda de conocimiento.” Otro neoateo, Richard Dawkins, las descalifica afirmando que “la Fe es la gran forma de escabullirse, la gran excusa para evadir la necesidad de pensar y evaluar la evidencia. La Fe es la creencia a pesar de, o quizás aún originada por, la ausencia de evidencia.”

 

Sin embargo, la pregunta de interés es precisamente si la religión es capaz de producir información que resulte valiosa en algún sentido. Como arriba comentado, es por demás evidente que comparativamente con la ciencia la religión escasea en número de proposiciones racionalmente válidas, proposiciones que de acuerdo a la taxonomía propuesta por Ryan McKay y Daniel Dennett aspiren a ser creencias fundadas verdaderas, es decir, creencias basadas en la evidencia y que han sido, o pueden ser, confirmadas. Si las creencias religiosas tienden a desatender los procesos de análisis de la evidencia, y herramientas de validación ¿es posible que aún así generen información adaptativamente útil?