Los dioses son esos terribles entes que, para satisfacer su infinito ego y por lo que se ve su eterno aburrimiento, no dudan en someter a sus insensatos seguidores a las más variadas y terribles torturas.
Porque hay que ser sádico para supuestamente crear a los humanos a su imagen y semejanza, dotándolos de órganos reproductores y luego sin embargo exigirles no ya castidad sino la terrible amputación del propio miembro viril, castración por lo que se ve necesaria para poder comprender y entrar en comunión con el sanguinario dios.
Pues eso es lo que exige una divinidad hindú a sus devotos seguidores, a través por supuesto del siempre santo y demente gurú de turno porque ya sabemos que los dioses son siempre parcos en palabras y no tienen a bien mostrar su pavorosa voluntad directamente al populacho. De tal manera que, al menos unos 400 de estos alucinados han seguido el espantoso pero santo consejo y se han automutilado masoquistamente eliminando de raíz sus atributos sexuales. Por cierto, que obsesión tienen todas las deidades en que no se use esa pequeña pero muy importante parte de nuestra anatomía.