El terror religioso de la Inquisición no acabó en la Edad Media. Valencia arrastra la lacra de haber matado al último condenado por herejía de todo el mundo. Fue el maestro Gaietà Ripoll, nacido en Solsona y emigrado a Russafa, y lo ahorcaron tal día como hoy de 1826. Ahora, una investigación ha logrado ubicar dónde estaba la barraca-escuela en la que daba clases a los niños sin plegarse a los dogmas católicos.

 

El autor de la obra hace una descripción certera de quién era este señor:

                   “Ripoll había nacido en Solsona. En su juventud cursó teología. Los estudios teológicos sembraron de dudas su espíritu.

                   Su conciencia, al ponerse en contacto con la humanidad, al calor de la lectura de los enciclopedistas, sufre una profunda crisis.

                   Es el dramatismo de quien, sintiéndose religioso, hondamente religioso, descubre que su religiosidad no cabe en los cauces de una religión determinada.

                   Ripoll es creyente, pero no crédulo. Ripoll cree en la existencia de un Ser Supremo, al que adora privadamente, con espíritu y con verdad.

                   Respetuoso con la conciencia ajena, no tolera que nadie penetre en la suya.

                   Y, pensando que la educación puede libertar los espíritus, se hace maestro. Y al magisterio lleva aquella unción religiosa que impregna su vida toda”.