La declaración de culpabilidad del cardenal francés Philippe Barbarin por no reportar a la policía a un sacerdote que se sabía era pedófilo agrava la crisis que enfrenta la cúpula de la Iglesia católica. El veredicto del jueves muestra que cada vez se responsabiliza con mayor frecuencia a quienes fueran alguna vez intocables “príncipes” en los casos de abuso sexual sacerdotal y a los superiores que permitieron que la práctica continuara.