Que uno intenta hablar de ciencia, pero los obispos me lo ponen tan difícil... Porque vamos, cuando el de Córdoba suelta lo del aquelarre químico en plan antiabortista rural ¿qué podemos decir? Nos lo pone a huevo don Demetrio Fernández, porque aquelarre químico, o bioquímico más precisamente, es lo del método de corta y pega genético que desarrollaron Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier, dos mujeres que seguramente no conocerán, aunque les concedieron este año el Premio Princesa de Asturias de Investigación por ello, una estrategia que nace de la observación sin prejuicios de la naturaleza y del análisis de sus leyes, de la manipulación de la misma con herramientas que les concederá el Nobel en cuanto pase un poco de tiempo. Hace 3 años y poco diseñaron un mecanismo que está revolucionando la ciencia, porque la ciencia -y no los alardes verbales de los obispos- es capaz de mejorar el mundo, incluso aunque lo desconozcamos. Gracias a lo que también puede ser tildado de aquelarre químico disponemos ahora de una vacuna efectiva contra el virus ébola cuando hace sólo año y pico parecía que esa plaga iba a provocar el fin del mundo. Gracias a aquelarres de índole química, y física, biológica o geológica, de ingenierías que posiblemente un obispo cordobés esté tentado de tildar de satánicas, se está intentando erradicar enfermedades, mejorar la esperanza de vida y hasta permitirnos vivir mejor y más años. No es fácil, porque luego lo que cuenta es el Ibex y esas cosas de la especulación financiera, y los presupuestos de ciencia se recortan y ya sabemos que la ciencia importa menos que la verborrea eclesiástica y muchísimo menos que el fútbol o la territorialidad bien o mal entendida (y paro: no quiero hablar de políticos, esa exhibición de necedad cansa tanto que no merecen espacio aquí, al menos hasta el año que viene).