Si con alguien no fue Jesucristo indulgente, sino incluso violento para echarlos del templo, fue con los mercaderes instalados en el entorno de lo sagrado. Siendo así, que se juntaba con pecadores, los comprendía y perdonaba, instándoles al cambio, pero en cambio con los fariseos, con los doctores de la ley, y con los mercaderes en el templo fue tajante en su rechazo, descalificaciones, e incluso en expulsarlos sin contemplaciones. He aquí una manera contundente de reaccionar contra la falsedad, la hipocresía, la doble moral, sobre todo cuando se apela a la Divina Providencia. Pues bien, pese a lo dicho, nos encontramos actualmente con una situación en algunos sectores de nuestra Iglesia que entran de lleno en lo reprobable humana y divinamente, por su mal ejemplo, e inconsecuencia. Uno de estos capítulos se está escribiendo en España, en concreto en Murcia desde la creación de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, en que se mezclan la mundanidad del negocio, de los intereses, con las miserias humanas de la vanidad, la soberbia, la delación y la infamia, con las apelaciones a un catolicismo integrista y rancio.
Esta Entidad erigida por el Obispo emérito Javier Azagra Labiano, en el término de su etapa activa, para propiciar la prórroga de Roma, y seguir al mando de la Diócesis de Cartagena, no sólo no le sirvió para su propósito –por su mala gestión- sino que generó un nuevo e importante problema para la Diócesis, ya que accedió a las pretensiones de un visionario fanático e integrista, José Luís Mendoza, que veía así una manera de generarse un empleo, y una estabilidad económica para su numerosa familia, que en ese momento no tenía.
De manera que D. Javier erigió una Universidad Católica para cederla inmediatamente, por término de 50 años, a la Fundación San Antonio que de titularidad de José Luís Mendoza y de su hermano Vicente. Por lo que este Obispo creaba el armazón legal para darle cobertura a la Empresa de Mendoza, dando lugar así a una especie de “franquicia universitaria”. Siendo conforme a Derecho Canónico, pero rara especie de Universidad Católica llevada por un laico, que entonces no tenía siquiera título universitario.
De Mendoza hay que decir que es un personaje singular, miembro confeso del movimiento neocatecumenal (Kikos), que dejó en Murcia una academia de enseñanza en la que se impartían cursos de formación profesional, bajo el amparo de su Fundación, y que un buen día decidió partir para “evangelizar las Américas”, motivo por el que había estado con una familia de 10 miembros en una “supuesta misión seglar” en la República Dominicana, donde tras unos meses de pasar calamidades y penurias económicas con sus numerosos hijos, regresa a Murcia y retoma su antiguo modo de vida que lo había seguido su hermano Vicente.