El ateísmo y el agnosticismo explota en los países árabes y musulmanes. En silencio, en secreto, oculto bajo letales leyes de castigo para los renegados. De Arabia Saudí a Malasia, de Turquía a Marruecos, las élites conformadas por los jóvenes más instruidos no solo se enfrentan a la brutalidad del islam político, sino también a su congelado atraso, a la constatación de que un bárbaro e inmóvil primitivismo de desierto, tribu y camello no puede ni nunca podrá permitir y menos fomentar una sociedad próspera y moderna.