(2018\03\19) Cuando se toman decisiones políticas éstas pueden gustar más o menos, ser objeto de alabanzas o de críticas. Pero lo que no se puede reprochar al Gobierno de Navarra en general y, al departamento de Salud en particular, es que no haya cogido muchos toros por los cuernos y no haya tomado precisamente decisiones. Y no pensando en términos electoralistas sino de coherencia programática de responsabilidad profesional. Tras la apuesta por la equidad social con medidas como ayudas al copago, llega ahora el turno a la Atención Primaria, un nivel sanitario clave en el que se juega gran parte de la salud de la ciudadanía navarra. Es la sanidad más cercana. La que está en cada barrio, en cada pueblo... Además de un enfoque general de promoción y prevención que tiñe la política sanitaria del departamento de Domínguez, en este caso se ha añadido un denominador común transversal a otros departamentos: la equidad territorial. El objetivo general es claro. Se trata de intentar que el lugar dónde uno o una viva no suponga un menoscabo en su derecho a la salud, del que se deriva la obligación de la Administración de prestar un servicio público. Y es que, como sucede con la educación, la iniciativa social que tiene una amplia red de centros en Pamplona y su Comarca no muestra especial interés en llegar a lugares apartados del mapa foral. Ahí de nuevo sólo llega la sanidad pública. Y no es fácil en una orografía compleja y con una dispersión poblacional importante. Pero prestar un servicio público de calidad en toda Navarra es una de las mejores garantías para luchar contra la despoblación además de evitar muertes dramáticas por no llegar a tiempo. Ese es uno de los ejes de la filosofía de la nueva Estrategia de Atención Primaria: lograr que el 75% de la población esté a menos de 15 minutos de un servicio médico específico de emergencias en 2020.