Si alguna vez te sientes tentado de comprar hierbas medicinales en una de esas aburridas y clónicas ferias medievales que recorren España o en alguna herboristería llena de aromas y frasquitos de colores, te recomiendo que te lo pienses dos veces. Y no hace falta que te hable de su más que probable inutilidad terapéutica, sobre todo por dos razones: porque resulta que están llenos de componentes indeseables y  porque además contienen productos diferentes a los que anuncian.