Nuestro instinto animal nos lleva a preferir los alimentos de colores cálidos -amarillos, rojos y naranjas-, mientras que, los de colores más fríos –como el azul y el morado- nos generan rechazo y nos recuerdan a comida en mal estado. Así lo ha probado una encuesta reciente del grupo estadounidense Nielsen, para la que estudiaron los hábitos de 5.000 personas de diez países.