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Una de las prácticas docentes que probablemente recibió el golpe de gracia durante la promoción de la escuela pública tras la Revolución Industrial es la de contar historias [que no es lo mismo que contar cuentos ;)], e integrar en esas historias los conceptos, actitudes o contenidos que se querían trabajar en el aula.
Aunque la era industrial se empeñó en transformar la escuela en espacios de adiestramiento y disciplina casi militar, suprimiendo todo lo que tuviera que ver con la inteligencia emocional, no podemos olvidar que las emociones son capaces de generar altos niveles de motivación, y las historias, tanto si son contadas por el docente como por el alumnado, pueden ser una importante fuente de emociones, y por tanto de motivación. Por otra parte está su papel como elementos que facilitan el recordar ideas, conceptos y datos, al situarlos en un contexto.
