Debemos hacer felices a los que nos rodean. En muchas ocasiones pensamos en cómo ser felices y, cuando lo hacemos, cometemos el error de pensar que la felicidad es algo que debemos proporcionarnos a nosotros mismos. Y no tiene por qué ser así. Desde que me propuse hace tiempo ser más feliz, lo que hago es hacer lo imposible para que los que me rodean también sean más felices. Y me he dado cuenta de que cuanto más felicidad doy, más felicidad recibo.
Siempre he pensado que las grandes acciones se realicen a través de pequeños actos. Unos cambios que siempre deben partir de nuestra generosidad para con los demás. Y, por encima de todo, deben ser actos simples, fáciles de ejecutar y gratuitos. Cuando estoy en el aula con mis alumnos, siempre tengo en cuenta qué puede hacerles feliz, porque de su felicidad dependerá el deseo y las ganas de aprender de mí y de ellos.
En el día a día los docentes damos mucha importancia a la programación, a ajustarnos a la temporalización que nos hemos marcado, a los contenidos que debemos transmitir, a los saberes básicos que el alumnado debe conocer y a las competencias que el alumnado debe desarrollar, pero ¿Dónde está la felicidad de los estudiantes en todos estos aspectos? Si somos capaces de ordenar las prioridades en la Educación que transmitimos en nuestro aula, todo lo demás será mucho más fácil de lograr, y la felicidad de nuestro alumnado debe ser nuestra primera prioridad.
Ramírez, Patricio E, & Fuentes, Carolina A. (2013). Felicidad y Rendimiento Académico: Efecto Moderador de la Felicidad sobre Indicadores de Selección y Rendimiento Académico de Alumnos de Ingeniería Comercial. Formación universitaria, 6(3), 21-30. https://dx.doi.org/10.4067/S0718-50062013000300004