En estos tiempos de coronavirus y distanciamiento social las tecnologías digitales se han presentado como la solución a muchas necesidades: desde el teletrabajo o las compras desde el hogar, hasta reuniones, arte y diversión en línea. En el contexto de profundización de dependencia de estas tecnologías, las
grandes corporaciones digitales han aprovechado para consolidar aún más su poder, pretendiendo sortear las presiones de la ciudadanía y legislaturas para fijar límites a su poder monopólico.
Por otra parte, no cabe ya duda alguna que la pregonada Revolución Industrial 4.0 no es sino un nuevo intento del capitalismo por rearticularse y perpetuarse atravesando la crisis de proporciones terminales producida por la financiarización, la
concentración ofensiva de la riqueza, la depredación medioambiental y la falacia de que el insaciable deseo individual puede ser preeminente frente al equilibrio de las necesidades colectivas. Sin duda, el predominio digital bajo un régimen de big data e inteligencia artificial -IA- se acelerará a partir de la crisis actual. La pregunta clave es entonces ¿cuál sociedad digitalizada y bajo qué modelo? ¿Será el modelo dominado por las grandes corporaciones digitales, de extracción y explotación de datos, con o sin consentimiento, orientado a sus ganancias privadas y a los intereses de sus clientes corporativos o estatales? ¿O será un modelo bajo control ciudadano democrático,
con primacía al interés público y el bienestar de las mayorías?
Razón y Palabra, Volumen 25, Núm. 111 (setiembre 2021)