Comunicación en la era digital

Cumplido ya su primer siglo de vida, y en pleno proceso de transformación al ecosistema propiciado por Internet, la radio –el medio directo, cercano, cálido, resiliente– necesita más atención, intención y cariño que nunca porque quizá nunca se había visto ante un entorno tan desconocido como exigente. Es cierto que a lo largo de su historia ha sabido demostrar una imbatible capacidad para reinventar sus procesos y rutinas. Ocurrió a mediados del siglo xxcon la aparición de la televisión, el surgimiento de la Frecuencia Modulada o la invención del transistor; se repitió en
los años ochenta con la llegada del vídeo, de las cadenas especializadas de TV y de las transmisiones a través de cable y satélite; y sucedió de nuevo a finales del siglo xx y comienzos del xxi con la irrupción y progresiva generalización de la Red.
Este escenario inédito y fulgurante le está obligando a redefinir sus rutinas y lógicas de funcionamiento debido, entre otras razones, a la conectividad constante y ubicua de los oyentes-usuarios; a la amplificación de la audiencia en las redes sociales; a la explosión del pódcast y las plataformas de streaming de audio; y a la creciente penetración de los altavoces inteligentes y otros asistentes controlados mediante interfaces de voz.
Con cada una de estas mejoras tecnológicas –así como con su impacto cultural y social– no solo se ha logrado que la radio sea accesible a través de cada vez más ventanas, sino que además el público interaccione con ella con mayor facilidad. De hecho, es la acción de la audiencia la que ha roto la linealidad y verticalidad de la programación, que hoy se ha transfigurado a partir de nuevos lenguajes, géneros y fórmulas expresivas en algunos casos tan revolucionarias como su visualización.