Nuestro apego a los libros no evitará que los leamos en pantallas ni que escribamos en ellas o para ellas; nuestras ocupaciones están ya mediadas por un entramado de redes y necesitaremos conocer el significado de esos cambios. Dicho de otro modo: si el pasado se torna digital, porque los nuevos vestigios que estudiaremos habrán sido originados por medios electrónicos o porque muchos de los viejos documentos habrán sido reconvertidos en dígitos binarios, tendremos que preguntarnos por las consecuencias e implicaciones de todo ello.