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¿Cómo se puede garantizar que los automóviles propulsados por hidrógeno se recarguen de forma segura, rápida y eficiente? La respuesta a este acertijo, de vital importancia para conseguir la implantación de la tecnología del hidrógeno en las economías ecológicas del futuro, está siendo objeto de estudio por medio de tecnologías de sensores y de un modelo de predicción elaborado en el marco del proyecto HYTRANSFER.

Al abordar el potencial de mercado del hidrógeno, los escépticos sitúan a menudo la cuestión de las recargas en el primer puesto de la lista de inconvenientes. No solo se tardarán décadas en crear la infraestructura necesaria, sino que la misma operación de recarga resulta, como mínimo, complicada.

Imaginemos que posee un «vehículo alimentado mediante pila de combustible» y que necesita repostar antes de emprender un largo trayecto. Con un coche de los que utilizan un combustible «normal», esta operación se realizaría en aproximadamente un minuto, mientras que los vehículos con pila de combustible más modernos requieren unos tres minutos en total. Además, llegar a este resultado no ha sido precisamente sencillo para los ingenieros: a diferencia de la gasolina o el gasóleo, el hidrógeno tiende a calentarse cuando se comprime en el depósito de combustible y los materiales compuestos utilizados para fabricar dichos depósitos, que han de ser lo más ligeros posible, no resisten temperaturas por encima de ochenta y cinco grados centígrados. Para que la operación de llenado pueda efectuarse en apenas tres minutos, en las estaciones de recarga actuales el hidrógeno se preenfría a menos cuarenta grados centígrados