En un mundo donde la transformación tecnológica y la globalización se entrelazan de manera irremediable, la Educación Superior se ve desafiada a reinventar sus estructuras y procesos fundamentales. El modelo tradicional de enseñanza, basado en una transmisión unidireccional del conocimiento y la rigidez estructural, está siendo reemplazado por una visión mucho más fluida y dinámica: un ecosistema educativo adaptado a las exigencias de un mundo interconectado, basado en la colaboración global y la innovación constante. Este cambio radical no solo se debe a la aparición de nuevas tecnologías, sino a la creciente necesidad de formar a individuos capaces de resolver problemas complejos en un contexto global, multidisciplinario y tecnológicamente avanzado.